viernes, 31 de octubre de 2014


HACIA UNA “PEDAGOGIA DE LA MIRADA”
EN LA EVALUACIÓN INSTITUCIONAL
(1° parte)


“La mirada es una nota importante en la espiritualidad franciscana.
El hombre, desde toda la eternidad, ha sido escogido con la mirada selectiva de Dios. El hombre, desde que Dios se fijó en él,
se convirtió en persona con rostro concreto e irrepetible…
Por eso los educadores, a ejemplo del hermano de Asís
que supo mirar y ver en el otro a un hermano…
deberán mirar en profundidad la mirada de Dios
en el otro y ayudar al educando a que la dé a luz.

Centros Educativos Franciscanos – Ideario 4.1

Hablar de una “pedagogía de la mirada” en las relaciones fraternas/laborales en el Centro Educativo Franciscano implica “volver a mirar”, es decir mirar nuevamente la realidad pero con otros ojos, con otros criterios y, por qué no, con otras posibilidades de intervención posteriores.

            Volver la mirada implica entonces no sólo volver a miradas que otros hacen sobre la realidad escolar; sino, y principalmente, sobre las propias. Y en ese miramiento que cada uno está invitado a hacer sobre sí mismo, sobre sus trayectorias y experiencias, será necesario hacer un ejercicio de desdoblamiento para observarnos desde afuera y encontrar en nosotros algunas señales.

            Miramos la escuela de la cual somos parte como “el otro”; desentendiendo que la escuela somos “nos-otros”. Somos parte de la realidad que estamos mirando y como tal debemos ser susceptibles de mirarnos a nosotros mismos como constitutivos de la realidad que abordamos.

            Algunos criterios que podemos tener en cuenta al “re-mirar” nuestra realidad escolar:

-Amplitud de la mirada: entendemos el concepto de amplitud como extensión, capacidad de comprensión, valores extremos que adquieren las variables. Esto nos permite situarnos en un punto equilibrado de amplitud de la realidad escolar que estamos mirando. Ni la sola opción por la focalización en aspectos extremos muy amplios, los cuales escuchamos decir: “la escuela de hoy es…. El Centro Educativo busca…. Los colegios ya no son….”; pero tampoco el extremo opuesto de este arco extendido, que son las miradas reduccionistas o muy focalizadas que luego se generalizan: “en mi aula hay…., yo tengo un alumno que no… los padres ya no…”
El sano equilibrio entre un extremo tan global o general que no permita luego ser concreto de la realidad que observo y otro extremo tan particular que desde una coyuntura personal (situaciones, emociones, anhelos, frustraciones) luego lleve a generalizar y, por qué no, absolutizar en mi valoración de la realidad escolar.


-Profundidad de mi mirada: entre sus variadas acepciones se nos presenta el concepto como la hondura o penetración  del pensamiento o de las ideas. Cada acción, cada conducta, cada situación vivida en la realidad cotidiana, posee un distinto grado de profundidad en su comprensión. Es decir, cuando miro (y luego digo públicamente lo que miro) puede ver sólo “lo que se ve” o puedo ver más allá de lo que simplemente está a la vista.
En este último caso me remito a las motivaciones que llevan a una persona – o grupo – a actuar de determinada manera. A mayor profundidad de mi  mirada mayor será el conocimiento de la realidad en sus aspectos más profundos, más motivacionales y más comprensivos de la situación que estoy observando.
La mirada profunda comprende más, abarca más y entiende más. La palabra posterior entonces será más completa y más cargada de significado sobre la realidad de la cual se expresa.

-Expectativas sobre mi mirada: nos presenta el diccionario su significado como posibilidad razonable de que algo suceda. Nuestra mirada entonces deberá estar puesta no en la posibilidad de que algo suceda,  sino en lo razonable de que esto pueda ocurrir.
A veces las expectativas son tal altas y alejadas de la realidad (justo en nosotros docentes que somos especialistas en diagnósticos) que nadie ni nada puede llegar a cumplir con las mismas, por lo cual siempre mi mirada estará cargada de vacío, desazón y frustración: “las cosas no salen bien…”.
A veces las expectativas son tan bajas y mediocres que “todo está bien” y esto genera abulia, acomodamiento y poco interés de crecimiento.
Cuando miro la realidad con expectativas descarnadas – es decir descontextualizadas -  más altas o más bajas de la “posibilidad razonable”,  sólo genero frustración o abulia generalizada.
Esta perspectiva en extremos no permite ni el crecimiento individual ni comunitario en el acontecer diario escolar. 

-Valoración a través de la mirada: valorar será reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo. Nuestra mirada va cargada de una cuota importante de valoración sobre aquello que estamos mirando y, por ende, de un posterior juicio de valor: “esto está bien… esto está mal”. Es el paso final del camino del mirar: valorar. Nos preguntamos entonces: ¿desde qué marco ético – normativo y/o desde qué parámetros preestablecidos valoro la realidad escolar que estoy observando? Este es un punto muy importante para no caer en “subjetividades contradictorias” al momento de valorar las situaciones por las que atraviesa la institución escolar.

Por último la mirada franciscana nos exige un paso más: mirar y actuar, mirar y comprometerme, mirar y transformar. La mirada engendra la palabra. Este aspecto tan importante será motivo de un escrito posterior.

La evaluación institucional es un momento – no el único pero si el más formal – que tenemos para re-mirar nuestro Centro Educativo y re-visitar nuestras prácticas escolares. Esto deberá permitirnos seguir creciendo como Escuela, como Escuela Católica y, por supuesto, como Escuela Católica Franciscana.

La escuela de hoy en día tiene que aprender, rompiendo su dinámica obsesiva por sólo enseñar.

Lic. Marcelo F. Pablo
DG  - CEF

Noviembre 2014 

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