HACIA UNA “PEDAGOGIA DE LA
MIRADA”
EN LA EVALUACIÓN
INSTITUCIONAL
(1° parte)
“La mirada es una nota importante en la espiritualidad
franciscana.
El hombre, desde toda la eternidad, ha sido escogido con la
mirada selectiva de Dios. El hombre, desde que Dios se fijó en él,
se convirtió en persona con rostro concreto e irrepetible…
Por eso los educadores, a ejemplo del hermano de Asís
que supo mirar y ver en el otro a un hermano…
deberán mirar en profundidad la mirada de Dios
en el otro y ayudar al educando a que la dé a luz.
Centros Educativos
Franciscanos – Ideario 4.1
Hablar de una “pedagogía de la mirada”
en las relaciones fraternas/laborales en el Centro Educativo Franciscano
implica “volver a mirar”, es decir mirar nuevamente la realidad pero con otros
ojos, con otros criterios y, por qué no, con otras posibilidades de
intervención posteriores.
Volver la mirada implica entonces no
sólo volver a miradas que otros hacen sobre la realidad escolar; sino, y
principalmente, sobre las propias. Y en ese miramiento que cada uno está
invitado a hacer sobre sí mismo, sobre sus trayectorias y experiencias, será
necesario hacer un ejercicio de desdoblamiento para observarnos desde afuera y
encontrar en nosotros algunas señales.
Miramos la escuela de la cual somos
parte como “el otro”; desentendiendo que la escuela somos “nos-otros”. Somos
parte de la realidad que estamos mirando y como tal debemos ser susceptibles de
mirarnos a nosotros mismos como constitutivos de la realidad que abordamos.
Algunos criterios que podemos tener
en cuenta al “re-mirar” nuestra realidad escolar:
-Amplitud de
la mirada: entendemos
el concepto de amplitud como extensión, capacidad de comprensión, valores
extremos que adquieren las variables. Esto nos permite situarnos en un punto
equilibrado de amplitud de la realidad escolar que estamos mirando. Ni la sola
opción por la focalización en aspectos extremos muy amplios, los cuales
escuchamos decir: “la escuela de hoy es…. El Centro Educativo busca…. Los
colegios ya no son….”; pero tampoco el extremo opuesto de este arco extendido,
que son las miradas reduccionistas o muy focalizadas que luego se generalizan:
“en mi aula hay…., yo tengo un alumno que no… los padres ya no…”
El
sano equilibrio entre un extremo tan global o general que no permita luego ser
concreto de la realidad que observo y otro extremo tan particular que desde una
coyuntura personal (situaciones, emociones, anhelos, frustraciones) luego lleve
a generalizar y, por qué no, absolutizar en mi valoración de la realidad
escolar.
-Profundidad
de mi mirada: entre
sus variadas acepciones se nos presenta el concepto como la hondura o
penetración del pensamiento o de las
ideas. Cada acción, cada conducta, cada situación vivida en la realidad
cotidiana, posee un distinto grado de profundidad en su comprensión. Es decir,
cuando miro (y luego digo públicamente lo que miro) puede ver sólo “lo que se
ve” o puedo ver más allá de lo que simplemente está a la vista.
En
este último caso me remito a las motivaciones que llevan a una persona – o
grupo – a actuar de determinada manera. A mayor profundidad de mi mirada mayor será el conocimiento de la
realidad en sus aspectos más profundos, más motivacionales y más comprensivos
de la situación que estoy observando.
La
mirada profunda comprende más, abarca más y entiende más. La palabra posterior
entonces será más completa y más cargada de significado sobre la realidad de la
cual se expresa.
-Expectativas
sobre mi mirada: nos
presenta el diccionario su significado como posibilidad razonable de que algo suceda. Nuestra mirada entonces deberá estar
puesta no en la posibilidad de que algo suceda, sino en lo razonable de que esto pueda
ocurrir.
A
veces las expectativas son tal altas y alejadas de la realidad (justo en
nosotros docentes que somos especialistas en diagnósticos) que nadie ni nada
puede llegar a cumplir con las mismas, por lo cual siempre mi mirada estará
cargada de vacío, desazón y frustración: “las cosas no salen bien…”.
A
veces las expectativas son tan bajas y mediocres que “todo está bien” y esto
genera abulia, acomodamiento y poco interés de crecimiento.
Cuando
miro la realidad con expectativas descarnadas – es decir descontextualizadas - más altas o más bajas de la “posibilidad
razonable”, sólo genero frustración o
abulia generalizada.
Esta
perspectiva en extremos no permite ni el crecimiento individual ni comunitario
en el acontecer diario escolar.
-Valoración a
través de la mirada:
valorar será reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo.
Nuestra mirada va cargada de una cuota importante de valoración sobre aquello
que estamos mirando y, por ende, de un posterior juicio de valor: “esto está
bien… esto está mal”. Es el paso final del camino del mirar: valorar. Nos
preguntamos entonces: ¿desde qué marco ético – normativo y/o desde qué
parámetros preestablecidos valoro la realidad escolar que estoy observando? Este
es un punto muy importante para no caer en “subjetividades contradictorias” al
momento de valorar las situaciones por las que atraviesa la institución
escolar.
Por
último la mirada franciscana nos
exige un paso más: mirar y actuar, mirar y comprometerme, mirar y transformar. La
mirada engendra la palabra. Este aspecto tan importante será motivo de un
escrito posterior.
La
evaluación institucional es un momento – no el único pero si el más formal –
que tenemos para re-mirar nuestro Centro Educativo y re-visitar nuestras
prácticas escolares. Esto deberá permitirnos seguir creciendo como Escuela,
como Escuela Católica y, por supuesto, como Escuela Católica Franciscana.
La
escuela de hoy en día tiene que aprender, rompiendo su dinámica obsesiva por
sólo enseñar.
Lic. Marcelo F. Pablo
DG - CEF
Noviembre 2014
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