viernes, 7 de noviembre de 2014


HACIA UNA “PEDAGOGÍA DE LA MIRADA”
EN LA EVALUACIÓN INSTITUCIONAL: ( 2 )
La mirada engendra la palabra


“El hombre hecho a imagen y semejanza de Dios es esencialmente relacional…
La persona humana puede definirse como un ser para el otro…
Todo encuentro sincero supone una actitud hospitalaria.

Centros Educativos Franciscanos – Ideario 4.2


Concluimos la primera parte de estas reflexiones señalando que la  escuela de hoy en día tiene que aprender, rompiendo su dinámica obsesiva por sólo enseñar. Es necesario que la escuela como institución educativa se plantee la posibilidad y la necesidad de revisitar sus propias prácticas educativas y aprender de esta mirada.

La mirada engendra la palabra. La mirada es completa en sí misma cuando invita a la posibilidad de transformación y de cambio. El cambio se hace concreto a través de la circulación de la palabra. Pero no toda palabra abre al diálogo y no toda palabra construye. Como también señalamos que no todo silencio es vacío y no todo silencio desune.

En el Centro Educativo Franciscano, por tanto, debemos pensar que la circulación de la palabra de  la cual la gestión educativa es su principal impulsor, deberá sostener algunos criterios importantes a tener en cuenta:

-          La palabra va cargada de información: nuestra mirada sobre la realidad escolar nos lleva a expresar posteriormente aquello que vemos. A esta realidad objetiva que nosotros decimos comprender se le anexa el juicio de valor que podamos hacer sobre la misma. En este colocar el juicio de valor a una realidad surge el discurso.
El discurso le da a la palabra un contenido (información) que más allá de todos los esfuerzos que podamos hacer nunca será neutral.
Por lo tanto debemos hacer el esfuerzo para que:
·         Nuestro discurso se aproxime lo más posible a la realidad objetiva,
·         Nuestro discurso busque comprender y entender mejor la realidad expresada
·         Nuestro discurso no parcialice, no subjetívise ni sea reductivo sobre lo que se expresa. 

-          La información circula por la institución educativa: la palabra dicha nunca permanece quieta. Circula por los pasillos, las aulas y las oficinas de la institución educativa. Por lo cual es muy posible que en el camino se desvirtué, se modifique o se cambien los contenidos de la misma. Ya no somos dueños de aquello que hemos expresado. La información, el contenido de la misma y los juicios de valor posteriores siempre deben respetar la intimidad y la privacidad de las personas sobre las cuales se refieren.

-          La circulación de la palabra provoca ansiedades: Dado que la palabra tiende a expandirse la misma puede provocar cierta carga de ansiedad:
o   En un primer momento referido a la necesidad de saber: “ yo no sabía”, “ a mí no me informaron”, “¿por qué otros se enteran antes que yo”; etc
o   En un segundo momento referido a la necesidad de hacer: “¿qué hago con esto que me contaron?”; “no sé, a mí me lo dijeron… sólo transmito lo que escuche”; etc. 
     
-          La palabra es en sí misma hospitalaria, acogedora: entendemos que la palabra sincera brota de la intimidad, por lo cual es expresión del interior de cada uno, de lo más propio de cada persona. Entonces si la palabra es sincera se convierte en su decir en acogedora, en protectora. La palabra, el lenguaje, a la vez que nos constituye como sujetos individuales, nos abra a la puerta de los otros y nos da un lugar en el contexto en el cual estamos insertos.

La  mirada permite visualizar la realidad institucional en la que participo. La mirada engendra la palabra, que es expresión pura de aquello que miramos. La palabra cargada del juicio de valor da lugar al discurso. El discurso es expresión genuina de nuestra valoración subjetiva de la cotidianeidad que transitamos. El discurso nos compromete entonces en la transformación del espacio valorado. No miramos “desde afuera”; somos parte de lo que miramos.

Este es el nuevo desafío: la mirada franciscana tiende a involucrarnos y transformar la realidad en la que somos participes. No es una mirada estática ni ajena. Es una mirada dinámica y comprometida.  Es una mirada que involucra a otros de los cuales somos hermanos. Nos reconocemos hermanos entonces compartimos la transformación activa de las realidades en las que vivimos.

Estamos en camino: La “pedagogía de la mirada” da paso entonces a la “pedagogía del encuentro”.



Lic. Marcelo F. Pablo
DG  - CEF

Noviembre 2014