sábado, 4 de octubre de 2014


Hacia un esquema de intervención

 publicado en: 
Blejmar, B; 
El lado subjetivo de la gestión. Del actor que está haciendo al sujeto que está siendo; 
Aique Educación 2013


Adaptando libremente aportes del psicoanalista francés Jaques Lacan con respecto a los tiempos de la acción lógica, se podría decir que hay tres instancias claves en toda gestión organizacional:
1.- El instante de ver.
2.- El momento de comprender.
3.- el tiempo de actuar.

1.- Instante de ver: se refiere justamente al momento de “darse cuenta”, de que algo sucede, sea un problema o un conflicto por resolver o una oportunidad de mejora para aprovechar. Recuérdese que cuanto antes se vea un problema u oportunidad, más efectivo y menos costoso será su tratamiento. Se dicen que “los problemas chicos son difíciles de ver y fáciles de solucionar, los problemas grandes son fáciles de ver pero ya difíciles de resolver.”

2.- Momento de comprender: es el espacio dedicado a entender, diagnosticar aquello que se ve, identificar efectos posibles, las conexiones que tiene, etc.

3.- Tiempo de actuar: aquí se hace referencia a la acción que necesariamente sucede a la comprensión. Llamar a una reunión, sancionar una falta, revisar documentación, planificar una capacitación, sancionar, gratificar, decidir… son ejemplos de acciones que devienen de la capacidad de ver y comprender. La idea de un tiempo está asociada a la oportunidad en que se actúa, a veces se actúa de un modo apresurado y a veces de un modo tardío. En tal caso, los efectos de la acción van a ser sensiblemente inferiores a lo que los griegos llamaban kairos, el tiempo oportuno, ni antes ni después de lo necesario.

Respecto al tiempo de actuar es bueno visitar las distinciones que propone Pedrhino Guaresch:
·         Hacer
·         No hacer
·         Impedir hacer
·         Permitir

Hacer: una acción, una palabra, una decisión que incide y cambia el campo de actuación.

No hacer: frente a un evento se estima que la mejor política es no hacer, porque cualquier intervención activa no sólo no mejora, sino que empeora la situación. O, por le contrario, no se hace allí donde lo requerido sería hacer, lo que también generará consecuencias.
Impedir hacer: cuando el actor de la situación inhabilita una acción de otro a través de la prohibición o la persuasión, para bien o para mal, dependiendo del observador que juzgue, este impedimento tendrá su efecto. Los reglamentos escolares a la vez que permiten, prohíben ciertos comportamientos. El no del director tiene sus efectos en quienes lo reciben.
Permitir hacer: también vinculado al accionar del otro, pero en este caso, de signo contrario, porque estimula o habilita este ese hacer. El empoderamiento del director a sus docentes o a su equipo implica un permitir hacer allí en donde en otras escuelas está prohibido.

El común  denominador que hace a estas cuatro expresiones del hacer es el efecto que cualquiera de ellas produce, todo tiene un efecto positivo o negativo pero, después de instrumentarlas, algo distinto pasa en la situación. Una de las capacidades requeridas del directivo escolar sería, entonces, lograr un uso efectivo de estas cuatro dimensiones del hacer, según la escena que enfrente porque, haga lo que haga (o aparentemente haga) produce efectos en la situación.

En este caso la gestión no sólo reacciona ( gestión exclusiva de las demandas), sino que propone alternativas de acción reclamadas desde el contexto, aunque no hayan sido pedidas.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario