viernes, 14 de septiembre de 2018


“LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA 
DEL NIÑO Y EL ADOLESCENTE 
EN LA INSTITUCIÓN ESCOLAR.”

La manera adultocéntrica de referirse “despectivamente” a los modos de estar de los jóvenes no hace más que dejar a los alumnos en la perplejidad antes los cambios sin poder articular otra propuesta pedagógica – pastoral que no sea la apologética de valores, creencias, contenidos, metodologías de “otra época”.
En general, las instituciones (escolares) no están dando cuenta de la gran mutación cultural. Todavía siguen su ritmo lento y cansino marcado por las tradiciones y los discursos instituidos. Podemos pensar que falta conciencia profunda de la situación o no se cuentan con los dispositivos necesarios para percibir el cambio. De manera tal que puede parecer que no cambia nada o, lo que es más significativo, que los cambios son sólo accidentales. [1]
Si pensamos que durante el proceso de la edad escolar de los alumnos se ponen en juego gran parte de los aspectos que influyen en la constitución de la personalidad del hombre y, por otro lado que la escuela tiene un gran importancia en el despliegue de la vida anímica del niño, del adolescente y del joven, sumado esto a que las constituciones familiares actuales en muchos casos delegan en la institución escolar algunas funciones las cuales les son propias, entonces nos detendremos a pensar que el ámbito escolar se ha convertido en el escenario primordial de despliegue de los procesos de constitución psíquica de nuestros alumnos. Esto no tira por la borda los primeros años del niño ni la importancia de la educación familiar a lo largo de todo su desarrollo personal; por el contrario lo asume y los sostiene; pero sí destaca que la importancia de la escuela en cuanto su influencia y condicionamiento para este despliegue es mucho mayor que tiempo atrás
¿Qué procesos se dan en nuestros adolescentes en el camino de identidad personal?
Podríamos sistematizarlos de muchas y diversas maneras. Elegimos solo uno a modo de poder comprenderlos y analizarlos en este camino que realizan nuestros alumnos:
1.- La pregunta por el “¿quién soy?”: el desarrollo humano no es un movimiento esquemático, lineal, absoluto; sino un continuo caminar lleno de progresos, retrocesos y nuevos inicios que estarán presentes durante toda la vida. La presencia de estos vaivenes son un claro indicador de la madurez personal, dado que muestran la necesidad de recorrer un camino y de una búsqueda en tensión. Cuando decimos “búsqueda en tensión” utilizamos la imagen del peregrino que camina hacia el horizonte lejano. El horizonte será su guía, pero no será su destino.
El horizonte será el faro pero los destinos serán más cercanos y posibles de alcanzar. Este es el proceso de madurez personal: destinos que vamos alcanzando en las distintas etapas de nuestra vida y un horizonte que nos hace caminar hacia adelante. El horizonte es la pregunta, y el intento de respuesta es: “¿Quién soy?” Por lo cual la pregunta por el “quién soy” estará presente a lo largo de toda la vida de la persona. No cambia la pregunta, cambian las respuestas. El camino de madurez será poder dar respuestas adecuadas y acordes a la etapa vital que cada uno esté transitando.
La pregunta quién soy no tiene una respuesta en sí misma. Abre al adolescente a la mirada de otro que está a su lado. En este reconocerse y distinguirse del otro se va esbozando un intento de respuesta a la pregunta inicial.
La presentación que como educadores realizamos a nuestros alumnos de un  Dios que es Padre, habilita también a un camino de respuesta personal de aquel que se posiciona como hijo y en este ser hijo se reconoce.
Tanto “el otro” que está a mi lado, como “el otro” que es Dios Padre, permiten reconocerse como “distintos de”, y también posibilitan la necesidad de modelos identificatorios hacia los cuales caminar en este proceso.  
2.- Los modelos identificatorios: la identificación es un proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se trasforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones.  Las identificaciones se hacen hacia otro, el cual ejerce una importante influencia (positiva o negativa) sobre el niño – adolescente. Estas identificaciones permiten la aparición de ideales, de miradas críticas hacia la realidad y, obviamente hacia sí mismo.
El educador, parte activa en este camino de constitución psíquica del adolescente, está presente sirviendo de modelo de identificación sea por rasgos de su personalidad o por su personalidad misma. Este cotidiano relacionarse permite que el joven introyecte aspectos de sus educadores. De aquí que la importancia de la relación educativa y la presencia docente sea tan importante para el alumno. En el marco escolar y en su despliegue cotidiano podemos denominarlo ampliamente “curriculum oculto”
La presencia de “falsos ídolos” también juegan el papel de modelos identificatorios del adolescente. Es importante el trabajo interior y sincero de una escala de valores en el joven que le permita realizar un discernimiento axiológico sincero y acorde a los propios valores internalizados tanto en la educación familiar como en la experiencia escolar.
¿Cuál podría ser la imagen que nos ayude mejor a representar esto que explicitamos como identificación positiva? La fotografía. En la fotografía veo al otro como distinto mío, pero en la misma fotografía admiro lo que veo, deseo lo que veo e imito lo que veo. La foto es el modelo al cual deseamos tender.

3.- Me conozco y me acepto tal cual soy:
De este proceso de identificaciones hay una vuelta sobre sí mismo para poder confrontarse y conocerse. Este autoconocimiento se hace en referencia a otro. Este otro presente tiene que ver con el núcleo familiar, el grupo de pares y los educadores presentes. La “crisis” de la autoimagen abarca aspectos internos (la autoconciencia) y externos (confusión respecto al futuro). Emerge en la confrontación inicial entre ideal y realidad.
En esta confrontación es importante:
-              Aceptar la propia fragilidad. Reconocerse vulnerable
-              Caminar hacia un mirada lo más certera posible de la propia imagen.
El concepto de madurez en este recorrido se fortalece desde el conocimiento “realista” que cada uno tenga de sí mismo. Ni excesivamente narcisista ni absolutamente pesimista. El conocimiento verdadero de las propias fortalezas y límites debe dar paso a una aceptación sincera, a un planteo del verdadero punto de partida desde el cual puedo construir una personalidad abierta y saludable y desde el cual podrá el adolescente – joven enfrentar las distintas crisis (vitales o accidentales) con  capacidad de crecimiento y superación.
¿Cuál podría ser la imagen que mejor nos ayude a representar esto que explicitamos? El espejo. En el espejo nos reflejamos tal cual somos, nos vemos a nosotros mismos, no podemos ocultar nuestra propia mirada y debemos reconocer en la misma aquello que nos gusta y lo que no nos agrada
¿A partir de qué criterios o experiencias fundantes inicio este camino de madurez? De identificaciones positivas y sanas, de reconocimiento y aceptación del propio yo y de aceptación de la presencia de otro que el vínculo cotidiano se expresa como distinto pero en el mismo movimiento me ayuda a reconocerme en la propia interioridad.
4.- Construyo desde lo que soy: “El hombre maduro ama y trabaja en libertad”; vamos recorriendo un camino donde podemos observar cuánto hay de “proceso de construcción”  en la propia personalidad de nuestros alumnos. En este camino de construcción juega un papel muy importante “el otro” como compañero de camino. Nos surgen las preguntas:
- ¿me construyo con el otro?
- ¿me construyo desde el otro?
Una expresión de la madurez es haber sabido integrar las propias capacidades humanas, expresadas en una armonía interior; no existe una situación que no conlleve una elección, una alternativa.  Aún en el mundo líquido no existe ninguna situación en la que no esté contenida más de una opción.[2]
Las elecciones, presentes en toda la vida, incluyen un “no” que abre y posibilita “otros si” y también un “si” que debe dejar consecuentemente de lado “otros no”. ¿Está preparado y dispuesto dispuesto el adolescente hoy a realizar este tipo de elecciones a futuro?

Una mirada que no podemos dejar de poner en evidencia, tiene que ver con algo que nos está pasando tanto en la familia como en la sociedad; y, por supuesto, la escuela no es ajena a esto. Tanto el "no" como los "limites" son parte constitutiva en la estructuración subjetiva de la persona. Su ausencia trae consecuencias en esta propia constitución. Hoy ni la familia ni la sociedad están dispuestas a ser portadoras del "no" y de los "limites"; que en todo caso, son "no" y "límites" que abren los "si" y las "posibilidades".
La escuela queda como único agente de portación de este elemento. ¿Está la escuela dispuesta a ocupar este lugar? ¿Está presente está reflexión- opción en los que conducen y gestionan las instituciones escolares? ¿Son conscientes de la necesitad de esta reflexión profunda y constitutiva de la identidad escolar?
Parecería que se confunde “no” y “límites” con sanción punitiva y no puede (quiere) verse la posibilidad de abre el no y el límite para un niño y un adolescente. Esto en las instituciones escolares no siempre está del todo claro: límite no es sólo sanción y límite no es sólo lo que no podes hacer.
Entonces, y mirando desde la construcción de la subjetividad del niño y del adolescente, estamos acompañando la formación de personas con dos características que preocupan y que se ven en lo cotidiano escolar:
1.-Muy baja tolerancia a la frustración.
2.- Bajísimo tiempo de espera.
            La frustración es un sentimiento que aparece cuando no conseguimos lo que queremos o cuando nos suceden situaciones no deseadas. Las personas con baja tolerancia a la frustración, tienen una sensibilidad excesiva hacia todo aquello que les resulta desagradable.  No toleran la incomodidad, los contratiempos, las trabas o problemas. Todo aquello que no es sencillo o que exigen un esfuerzo es dejado de lado, lo que me sale mal no sirve, es desestimado y no es parte de un proceso de aprendizaje. No soporto lo que no me gusta - lo que no quiero - lo que no me parece.
En cuanto al “tiempo de espera”, la paciencia no es precisamente uno de los cultivos que más cuida esta sociedad. Ser impacientes nos trae sufrimiento e insatisfacciones, ya que no nos permite disfrutar porque estamos siempre pensando en el futuro y, cuando este llega, rara vez es suficiente porque seguimos pensando en el siguiente futuro. No hay posibilidad de opciones a mediano y a largo plazo (en todo sentido). Todo tiene que ser ahora. Exigencias, pedidos, necesidades, deben ser rápidamente satisfechas. Lo que es más preocupante es que opciones a mediano/largos plazos son tomadas con este criterio de inmediatez. ¿Qué sucede después con estas opciones? Son dejadas de lado, son desestimadas, no hay ejercicio de tolerar que me salga mal y seguir adelante.

¿En qué dirección podemos pensar hoy la intervención de la escuela?[3] Hoy en día se hace necesario la presencia de una institución que cumpla y marque simbólicamente la Función Paterna:  instaure reglas, ordene normas, haga cumplir leyes, establezca límites. La escuela debe brindar esto no desde la necesidad de un orden disciplinar exterior y organizativo; sino desde la necesidad que tiene el sujeto de configurarse internamente en su deseo – y no en el puro placer.
 Esta instauración posibilita un sujeto que reingresa en una cultura y circula “sanamente” por ella; sino tendremos “adultos niños caprichosos”, “adultos adolescentes inestables”, “adultos adolescentes consumistas”, “adultos jóvenes indomables”, “adultos jóvenes inmaduros o insatisfechos afectivamente”, … y ejemplos nos sobrarían. Cierto es que no podemos tipificar y generalizar en esto que sostenemos. Pero si somos fuertes en esta afirmación: nuestros alumnos están necesitados imperiosamente de un espacio de referencia, de un lugar de validez de una ley, de un sostén que los circunscriba, los ordene y, por lo tanto, los identifique consigo mismo.
Estoy seguro que esta es la función más importante que debe cumplir la escuela hoy. Y es, por otro lado, la puerta de salida, a la crisis de la institución disciplinaria moderna.
Hoy no es necesario la escuela de la modernidad; es necesario una escuela que regule y subjetivíce; que brinde y haga cumplir normas, que ordene y limite, que estructure y haga circular el deseo: Esto trae como consecuencia mejor rendimiento escolar, menos problemas de aprendizaje, menores índices de fracaso escolar, pocas manifestaciones de violencia escolar, niños a gusto en la institución escolar, comprometidos y partícipes del devenir cotidiano en el espacio donde aprenden y participan.



[1] Cfr. Iván Ariel Fresia (2017); La trama y la red. Mutaciones y figuras de la pastoral con jóvenes.
[2] Zigmunt Bauman (2013); Sobre la educación en un mundo líquido. Conversaciones con Ricardo Mazzeo
[3] Marcelo Fabián Pablo (2010); “La escuela mi segundo papá.” Breve reflexión sobre la necesidad  de las normas y leyes  en la sociedad contemporánea.