martes, 23 de julio de 2019

viernes, 30 de noviembre de 2018


La gestión de la dimensión comunitaria
en la vida cotidiana de nuestros 
Centros Educativos

La gestión es una intervención en el doble sentido que tiene en latín interventio (venir entre – interponerse). En el lenguaje corriente, esta palabra es sinónimo de mediación, buenos oficios, ayuda; pero también en otros contextos significa intromisión, injerencia.
Así, toda intervención provoca un quiebre en la transparencia de una institución escolar; a veces es para una nueva articulación y otras para quebrar una cristalización del sistema.
¿Qué hace que las ideas se transformen en prácticas, en actos de transformación? Lo que empuja o detiene el pasaje de la idea al acto es la emoción. En esencia, todas las emociones son impulsos a actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la evolución nos ha inculcado: la raíz de la palabra emoción es motere, del verbo latìn “mover”. Además el prefijo “e” implica alejarse, lo que sugiere que en toda emoción está implícita la tendencia a actuar. Las mismas ideas, el mismo conocimiento, encuentran distintas posibilidades en la acción según las emociones que los acompañen.
Cuando entramos a una escuela, percibimos el clima que circula, invitándonos a estar, trabajar, compartir o, por el contrario, la “toxicidad” que se respira en un ambiente cargado de resentimiento y violencia en los vínculos interpersonales.
No se trata de construir el mundo ausente de conflicto, tensiones y sufrimientos. Las agresiones también forman parte de la condición humana. La salud de una institución no está vinculada a la cantidad de conflictos sino a sus estilos y  al  modo de abordaje de los mismos. (Bleger). No hay equilibrio, armonía ni estabilidad; las organizaciones viven en tensión (al menos mientras están vivas)
Los estados de ánimo, las emociones nos “tienen a nosotros “en tanto definen nuestros modos de actuar, pero también son pasibles de diseño cuando las reconocemos y nos hacemos cargo de ellas.
Es una decisión política y estratégica sobre cuáles de las dimensiones pondremos el foco en la gestión del centro educativo. En extremo, esto traerá aparejado complejidades, logros y caminos institucionales acorde a la dimensión elegida.
¿Qué entendemos por “dimensión comunitaria” en una institución escolar?
¿Es necesario gestionar la dimensión comunitaria? ¿Se puede intervenir en esta dimensión para lograr los resultados previamente planificados? ¿Es posible plantear alternativas que nos permitan intervenir en los fenómenos y orientarlos en función de nuestros propósitos?
Entendemos estos aspectos sobre las cuales operar para lograr el efecto buscado:[i]
1.- Sentido: implica no sólo la existencia o búsqueda de un  “por qué” de la organización y sus procesos, sino también la circulación y apropiación del “por qué” por parte de sus actores. El efecto desbastador en lo emocional de la comúnmente llamada burocracia no está sólo en la ineficiencia, sino en el sinsentido que tiñe las tareas.
2.- Lugar: Capacidad para sentirse con derecho, lejos de los títulos o de los diplomas en el bolsillo. Asumir el riesgo de hablar para decir no, compromiso con el propio nombre en el “no”. Instalación de una tensión entre la propia ambición y lo que esperan los otros, entre la propia voluntad y la imagen en la cual los otros nos colocan. Debe existir lugar para el sujeto en lo comunitario.
3.- Palabra: Necesaria para dar cuenta de lo que pasa, aunque no lo entendamos (y es que tal vez sólo lo entendamos si hablamos) Pero, también, restitución de la palabra como compromisos que asumimos en nuestras conversaciones; a este carácter se refiere el grado de credibilidad de una organización. Allí donde la palabra no tiene lugar en una organización, circulan los “remplazantes de la palabra”.
4.- Ley: Si toda institución se define por la existencia de una legalidad determinada, su clima se verá afectado por la calidad de esa ley o normas que la regulan, pero más aún por la equidad con que es aplicada por el poder formal. La percepción de injusticia, y ausencia de la ley, es la fuente de los desalientos más profundos, y está en origen del resentimiento y/o la resignación de muchos de nuestros educadores.
5.- Humor: es un ¿fenómeno? más fácil de registrar que de explicar. Causa y consecuencia de la salud e inteligencia de una organización abierta al juego, la ironía, la celebración, la seducción; refleja y genera el placer de hacer lo que se hace. La capacidad, el permiso, el espacio para el humor y el placer no se expresan sólo en la sonrisa perpetua y el desconocimiento del esfuerzo y el conflicto como parte de la tarea escolar. El humor se constituye en el trasfondo y recurso de la escuela para afrontar creativamente sus propios retos. El “sentirme bien”.
6.- Cooperar/Competir: Los docentes  necesitan cooperar en su tarea, pero también compiten por reconocimiento, recursos; la escuela debe cooperar con otras instituciones, pero también debe competir por espacios, alumnos, reconocimientos, resultados deportivos, etc. La cooperación relaja y la competencia tensa. En los extremos dañan. En su tensión dinámica donde hay que encontrar el equilibrio para cada situación.
7.- Producir/aprender: Todo proceso organizacional se realimenta enérgicamente con los logros o fracasos en la producción alcanzada, los resultados obtenidos y el aprendizaje realizado. El deseo en una organización crece y se desplaza a través de los logros alcanzados, en la medida que no se confunda éxito con exitismo.
Es necesario la “intencionalidad” de acción sobre estos aspectos que configuran la dimensión comunitaria de nuestras instituciones. Sin intencionalidad no hay gestión. Es distinto “hacer que las cosas sucedan” a “que te sucedan cosas” y luego debas decidir qué hacer con las mismas.

Concluimos dejando abierta la reflexión sobre los aspectos que influyen en la dimensión comunitaria de nuestro Centro Educativo Franciscano:
-          ¿Sobre cuál/cuáles pongo más énfasis en mi trabajo de gestión?
-          ¿Sobre cuáles intervengo y sobre cuáles no intervengo? ¿Por qué?
-          ¿Tengo conciencia de lo importante de gestionar la dimensión comunitaria de la institución escolar?



[i] Cfr. Bernardo Blejmar (2005) Gestionar es hacer que las cosas sucedan; Buenos aires. Pág. 66ss

viernes, 14 de septiembre de 2018


“LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA 
DEL NIÑO Y EL ADOLESCENTE 
EN LA INSTITUCIÓN ESCOLAR.”

La manera adultocéntrica de referirse “despectivamente” a los modos de estar de los jóvenes no hace más que dejar a los alumnos en la perplejidad antes los cambios sin poder articular otra propuesta pedagógica – pastoral que no sea la apologética de valores, creencias, contenidos, metodologías de “otra época”.
En general, las instituciones (escolares) no están dando cuenta de la gran mutación cultural. Todavía siguen su ritmo lento y cansino marcado por las tradiciones y los discursos instituidos. Podemos pensar que falta conciencia profunda de la situación o no se cuentan con los dispositivos necesarios para percibir el cambio. De manera tal que puede parecer que no cambia nada o, lo que es más significativo, que los cambios son sólo accidentales. [1]
Si pensamos que durante el proceso de la edad escolar de los alumnos se ponen en juego gran parte de los aspectos que influyen en la constitución de la personalidad del hombre y, por otro lado que la escuela tiene un gran importancia en el despliegue de la vida anímica del niño, del adolescente y del joven, sumado esto a que las constituciones familiares actuales en muchos casos delegan en la institución escolar algunas funciones las cuales les son propias, entonces nos detendremos a pensar que el ámbito escolar se ha convertido en el escenario primordial de despliegue de los procesos de constitución psíquica de nuestros alumnos. Esto no tira por la borda los primeros años del niño ni la importancia de la educación familiar a lo largo de todo su desarrollo personal; por el contrario lo asume y los sostiene; pero sí destaca que la importancia de la escuela en cuanto su influencia y condicionamiento para este despliegue es mucho mayor que tiempo atrás
¿Qué procesos se dan en nuestros adolescentes en el camino de identidad personal?
Podríamos sistematizarlos de muchas y diversas maneras. Elegimos solo uno a modo de poder comprenderlos y analizarlos en este camino que realizan nuestros alumnos:
1.- La pregunta por el “¿quién soy?”: el desarrollo humano no es un movimiento esquemático, lineal, absoluto; sino un continuo caminar lleno de progresos, retrocesos y nuevos inicios que estarán presentes durante toda la vida. La presencia de estos vaivenes son un claro indicador de la madurez personal, dado que muestran la necesidad de recorrer un camino y de una búsqueda en tensión. Cuando decimos “búsqueda en tensión” utilizamos la imagen del peregrino que camina hacia el horizonte lejano. El horizonte será su guía, pero no será su destino.
El horizonte será el faro pero los destinos serán más cercanos y posibles de alcanzar. Este es el proceso de madurez personal: destinos que vamos alcanzando en las distintas etapas de nuestra vida y un horizonte que nos hace caminar hacia adelante. El horizonte es la pregunta, y el intento de respuesta es: “¿Quién soy?” Por lo cual la pregunta por el “quién soy” estará presente a lo largo de toda la vida de la persona. No cambia la pregunta, cambian las respuestas. El camino de madurez será poder dar respuestas adecuadas y acordes a la etapa vital que cada uno esté transitando.
La pregunta quién soy no tiene una respuesta en sí misma. Abre al adolescente a la mirada de otro que está a su lado. En este reconocerse y distinguirse del otro se va esbozando un intento de respuesta a la pregunta inicial.
La presentación que como educadores realizamos a nuestros alumnos de un  Dios que es Padre, habilita también a un camino de respuesta personal de aquel que se posiciona como hijo y en este ser hijo se reconoce.
Tanto “el otro” que está a mi lado, como “el otro” que es Dios Padre, permiten reconocerse como “distintos de”, y también posibilitan la necesidad de modelos identificatorios hacia los cuales caminar en este proceso.  
2.- Los modelos identificatorios: la identificación es un proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se trasforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones.  Las identificaciones se hacen hacia otro, el cual ejerce una importante influencia (positiva o negativa) sobre el niño – adolescente. Estas identificaciones permiten la aparición de ideales, de miradas críticas hacia la realidad y, obviamente hacia sí mismo.
El educador, parte activa en este camino de constitución psíquica del adolescente, está presente sirviendo de modelo de identificación sea por rasgos de su personalidad o por su personalidad misma. Este cotidiano relacionarse permite que el joven introyecte aspectos de sus educadores. De aquí que la importancia de la relación educativa y la presencia docente sea tan importante para el alumno. En el marco escolar y en su despliegue cotidiano podemos denominarlo ampliamente “curriculum oculto”
La presencia de “falsos ídolos” también juegan el papel de modelos identificatorios del adolescente. Es importante el trabajo interior y sincero de una escala de valores en el joven que le permita realizar un discernimiento axiológico sincero y acorde a los propios valores internalizados tanto en la educación familiar como en la experiencia escolar.
¿Cuál podría ser la imagen que nos ayude mejor a representar esto que explicitamos como identificación positiva? La fotografía. En la fotografía veo al otro como distinto mío, pero en la misma fotografía admiro lo que veo, deseo lo que veo e imito lo que veo. La foto es el modelo al cual deseamos tender.

3.- Me conozco y me acepto tal cual soy:
De este proceso de identificaciones hay una vuelta sobre sí mismo para poder confrontarse y conocerse. Este autoconocimiento se hace en referencia a otro. Este otro presente tiene que ver con el núcleo familiar, el grupo de pares y los educadores presentes. La “crisis” de la autoimagen abarca aspectos internos (la autoconciencia) y externos (confusión respecto al futuro). Emerge en la confrontación inicial entre ideal y realidad.
En esta confrontación es importante:
-              Aceptar la propia fragilidad. Reconocerse vulnerable
-              Caminar hacia un mirada lo más certera posible de la propia imagen.
El concepto de madurez en este recorrido se fortalece desde el conocimiento “realista” que cada uno tenga de sí mismo. Ni excesivamente narcisista ni absolutamente pesimista. El conocimiento verdadero de las propias fortalezas y límites debe dar paso a una aceptación sincera, a un planteo del verdadero punto de partida desde el cual puedo construir una personalidad abierta y saludable y desde el cual podrá el adolescente – joven enfrentar las distintas crisis (vitales o accidentales) con  capacidad de crecimiento y superación.
¿Cuál podría ser la imagen que mejor nos ayude a representar esto que explicitamos? El espejo. En el espejo nos reflejamos tal cual somos, nos vemos a nosotros mismos, no podemos ocultar nuestra propia mirada y debemos reconocer en la misma aquello que nos gusta y lo que no nos agrada
¿A partir de qué criterios o experiencias fundantes inicio este camino de madurez? De identificaciones positivas y sanas, de reconocimiento y aceptación del propio yo y de aceptación de la presencia de otro que el vínculo cotidiano se expresa como distinto pero en el mismo movimiento me ayuda a reconocerme en la propia interioridad.
4.- Construyo desde lo que soy: “El hombre maduro ama y trabaja en libertad”; vamos recorriendo un camino donde podemos observar cuánto hay de “proceso de construcción”  en la propia personalidad de nuestros alumnos. En este camino de construcción juega un papel muy importante “el otro” como compañero de camino. Nos surgen las preguntas:
- ¿me construyo con el otro?
- ¿me construyo desde el otro?
Una expresión de la madurez es haber sabido integrar las propias capacidades humanas, expresadas en una armonía interior; no existe una situación que no conlleve una elección, una alternativa.  Aún en el mundo líquido no existe ninguna situación en la que no esté contenida más de una opción.[2]
Las elecciones, presentes en toda la vida, incluyen un “no” que abre y posibilita “otros si” y también un “si” que debe dejar consecuentemente de lado “otros no”. ¿Está preparado y dispuesto dispuesto el adolescente hoy a realizar este tipo de elecciones a futuro?

Una mirada que no podemos dejar de poner en evidencia, tiene que ver con algo que nos está pasando tanto en la familia como en la sociedad; y, por supuesto, la escuela no es ajena a esto. Tanto el "no" como los "limites" son parte constitutiva en la estructuración subjetiva de la persona. Su ausencia trae consecuencias en esta propia constitución. Hoy ni la familia ni la sociedad están dispuestas a ser portadoras del "no" y de los "limites"; que en todo caso, son "no" y "límites" que abren los "si" y las "posibilidades".
La escuela queda como único agente de portación de este elemento. ¿Está la escuela dispuesta a ocupar este lugar? ¿Está presente está reflexión- opción en los que conducen y gestionan las instituciones escolares? ¿Son conscientes de la necesitad de esta reflexión profunda y constitutiva de la identidad escolar?
Parecería que se confunde “no” y “límites” con sanción punitiva y no puede (quiere) verse la posibilidad de abre el no y el límite para un niño y un adolescente. Esto en las instituciones escolares no siempre está del todo claro: límite no es sólo sanción y límite no es sólo lo que no podes hacer.
Entonces, y mirando desde la construcción de la subjetividad del niño y del adolescente, estamos acompañando la formación de personas con dos características que preocupan y que se ven en lo cotidiano escolar:
1.-Muy baja tolerancia a la frustración.
2.- Bajísimo tiempo de espera.
            La frustración es un sentimiento que aparece cuando no conseguimos lo que queremos o cuando nos suceden situaciones no deseadas. Las personas con baja tolerancia a la frustración, tienen una sensibilidad excesiva hacia todo aquello que les resulta desagradable.  No toleran la incomodidad, los contratiempos, las trabas o problemas. Todo aquello que no es sencillo o que exigen un esfuerzo es dejado de lado, lo que me sale mal no sirve, es desestimado y no es parte de un proceso de aprendizaje. No soporto lo que no me gusta - lo que no quiero - lo que no me parece.
En cuanto al “tiempo de espera”, la paciencia no es precisamente uno de los cultivos que más cuida esta sociedad. Ser impacientes nos trae sufrimiento e insatisfacciones, ya que no nos permite disfrutar porque estamos siempre pensando en el futuro y, cuando este llega, rara vez es suficiente porque seguimos pensando en el siguiente futuro. No hay posibilidad de opciones a mediano y a largo plazo (en todo sentido). Todo tiene que ser ahora. Exigencias, pedidos, necesidades, deben ser rápidamente satisfechas. Lo que es más preocupante es que opciones a mediano/largos plazos son tomadas con este criterio de inmediatez. ¿Qué sucede después con estas opciones? Son dejadas de lado, son desestimadas, no hay ejercicio de tolerar que me salga mal y seguir adelante.

¿En qué dirección podemos pensar hoy la intervención de la escuela?[3] Hoy en día se hace necesario la presencia de una institución que cumpla y marque simbólicamente la Función Paterna:  instaure reglas, ordene normas, haga cumplir leyes, establezca límites. La escuela debe brindar esto no desde la necesidad de un orden disciplinar exterior y organizativo; sino desde la necesidad que tiene el sujeto de configurarse internamente en su deseo – y no en el puro placer.
 Esta instauración posibilita un sujeto que reingresa en una cultura y circula “sanamente” por ella; sino tendremos “adultos niños caprichosos”, “adultos adolescentes inestables”, “adultos adolescentes consumistas”, “adultos jóvenes indomables”, “adultos jóvenes inmaduros o insatisfechos afectivamente”, … y ejemplos nos sobrarían. Cierto es que no podemos tipificar y generalizar en esto que sostenemos. Pero si somos fuertes en esta afirmación: nuestros alumnos están necesitados imperiosamente de un espacio de referencia, de un lugar de validez de una ley, de un sostén que los circunscriba, los ordene y, por lo tanto, los identifique consigo mismo.
Estoy seguro que esta es la función más importante que debe cumplir la escuela hoy. Y es, por otro lado, la puerta de salida, a la crisis de la institución disciplinaria moderna.
Hoy no es necesario la escuela de la modernidad; es necesario una escuela que regule y subjetivíce; que brinde y haga cumplir normas, que ordene y limite, que estructure y haga circular el deseo: Esto trae como consecuencia mejor rendimiento escolar, menos problemas de aprendizaje, menores índices de fracaso escolar, pocas manifestaciones de violencia escolar, niños a gusto en la institución escolar, comprometidos y partícipes del devenir cotidiano en el espacio donde aprenden y participan.



[1] Cfr. Iván Ariel Fresia (2017); La trama y la red. Mutaciones y figuras de la pastoral con jóvenes.
[2] Zigmunt Bauman (2013); Sobre la educación en un mundo líquido. Conversaciones con Ricardo Mazzeo
[3] Marcelo Fabián Pablo (2010); “La escuela mi segundo papá.” Breve reflexión sobre la necesidad  de las normas y leyes  en la sociedad contemporánea.

lunes, 25 de junio de 2018


Las tensiones dialécticas
pensando la escuela en clave pastoral

Lic. Marcelo F. Pablo

En  nuestra reflexión sobre la escuela en clave pastoral se destacan dos procesos en la única tarea que llamamos síntesis fe-cultura-vida.  Dichos procesos podemos nombrarlos como:
1.    Evangelización de la cultura e inculturación del evangelio.
2.    Evangelización de las situaciones cotidianas, vitales.

Decimos en relación a los mismos que el primero de esos procesos tiene que ver sobre todo con lo que tradicionalmente entendemos como propuestas curriculares, es decir, la Dimensión Cristiana de los Saberes (DCS) que la escuela ofrece como red de sentido. El segundo se realiza o vehiculiza a través del trabajo en la Matriz de Aprendizaje (MAI) o en las Transversalidades (T). [1]

Sin embargo ambos procesos tienen un elemento de evangelización que, más allá de algunas dificultades o limitaciones, asumen una dialéctica que podemos llamar de explicitación o implicación. Desde nuestra perspectiva hablar de una tensión dialéctica entre ambas polaridades supone reconocer que ambas se reclaman y distancian sin poder anularse.

En otras palabras, tal vez el acentuar unilateralmente la dimensión cristiana de los saberes (DCS) como frente de la escuela en pastoral, terminó dando la impresión que con el solo trabajo en ese frente bastaba para la construcción de la misma. 

Consideramos que tal acentuación unilateral es fruto de la pasión y el compromiso para enfrentar el trabajo sobre lo que comúnmente se denomina propuesta curricular. Sin embargo no dejamos de reconocer la necesidad de tensionar dialécticamente los procesos pedagógico- pastorales de este frente con lo que denominamos procesos de explicitación de la fe. Cuando hablamos de tensionar dialécticamente no planteamos optar por uno sino en recuperar los dinamismos que se despliegan al sostener ambos procesos en su rica variedad.

Cuántas veces creemos que nuestra escuela está en clave pastoral porque los saberes que enseñamos en las aulas están en consonancia y solamente este es el termómetro de medición; o por el contrario, todo nuestro esfuerzo está puesto en el ambiente, las celebraciones litúrgicas  y las "buenas relaciones" para conformar nuestra mirada de "pastoral escolar". 

El equilibrio y la potencialización de ambas son elementos claves que debe tener el que gestiona la escuela. La claridad del que gestiona la escuela en estos puntos ilumina a los que son parte de la escuela y caminan con la seguridad y luz que el líder puede aportar. 



1.- ¿Qué camino estamos realizando (o no)  en el colegio en torno a la Dimensión Cristiana de los Saberes?
2.- ¿Qué “estilo” de Matriz de Aprendizaje Institucional construimos en el colegio desde nuestra tarea directiva?
3.- ¿Tenemos presente estos conceptos en nuestra mirada estratégica del colegio en los proceso de conducción de los cuales somos responsables – animadores?
4.- ¿Cómo percibes el equilibrio/desequilibrio en estos dos aspectos en el nivel educativo que conduces?


Por qué hemos utilizado la palabra ‘espacios’:

 

En primer lugar es complejo definir dónde estos Espacios de Explicitación del Evangelio pueden ‘estar’ en la escuela: ... ¿sólo en el aula?, ¿sólo en las horas de catequesis?, ¿sólo en las celebraciones de la semana santa?, ¿en la sala de los maestros?, ¿en el gimnasio?. Para responder estas preguntas empezaremos con la primera palabra de nuestra reflexión: espacio.
 
El término espacio (del latín spatium) recibe distintas acepciones desde el punto de vista de la física, la filosofía, la cosmología, etc., y todas ellas vienen recogidas en cualquier diccionario. Las más corrientes de estas acepciones son: 
1.    "espacio" como la extensión que contiene toda la materia existente; 
2.    "espacio" como la distancia entre dos cuerpos; 
3.    es también la distancia recorrida por un móvil en un cierto tiempo (así como el transcurso de tiempo entre dos sucesos); 
4.    es asimismo, la parte o lugar que ocupa cada objeto sensible. 

Para la filosofía, profundizar sobre el espacio es acercarse también a cuestiones ontológicas y epistemológicas... nos permite también conocer la cosmología.

Según las teorías socio-históricas y cognitivas habitamos un espacio que delimitamos en zonas y en ellos, se producen diferentes encuentros, relaciones; en ellos ponemos en juego nuestras potencialidades y deseos y lo mejor, lo que es mejor: nos vamos construyendo con los otros muchas veces sin percibirlo.... 

Otra mirada posible sobre la idea de ‘espacio’ es establecer relaciones con el concepto de lugar: “En nuestra concepción y nuestra propuesta enriquecemos la cartografía cognitiva con la distinción entre lugares y no lugares que hace Marc Augé (1996). En su antropología urbana, considera que un lugar es: Un espacio marcado, con límites señalados, que confiere identidad a  los que participan de él, o sea, que le da un nombre significativo y que le impone marcas sociales que lo hacen distinto de otros y distinguible por parte de los demás. En el seno del cual se dan relaciones cara a cara entre los distintos miembros marcados por un lugar y que permiten relacionarse con otros como gente de fuera. Que está inscrito en la historia y que inscribe a los participantes en una secuencia que une el pasado con un cierto significado, inclinando su vinculación al futuro con ciertas tendencias.” (Conf. V. Aragno y M. Cabrera, 2014)

Por lo tanto, no todo espacio es lugar, entendiendo que aquí transitamos posibilidades de subjetivación. Un espacio se transforma en lugar en la medida que podemos desplegar sus potencialidades en torno a la constitución de nuestras subjetividades. 

Estos seres que somos en permanente construcción, habitamos el mundo inexorablemente en un tiempo y un espacio, en un territorio. Ese territorio, no siempre nos permite construir lugar, construir sentido.

Por lo tanto, el espacio, puede constituirse como lugar o no lugar, es decir, algunos espacios podemos definirlos, generar pertenencia, encontrarnos con otros reconocibles y religar en ellos un pasado con perspectiva de futuro; y otros tránsitos serán simplemente posibilidad de seguir siendo. En la escuela construimos diferentes tipos de espacios y lugares y en ellos explicitamos lo que somos.

Nos gustaría entender el espacio como la posibilidad de errancia o de nomadismo en el cual nosotros podemos encontrar lo trascendente, es decir, lo que no es radicalmente humano, lo que es radicalmente Otro y provocar cierta revolución en la mirada de lo producido en el aula.

Tal vez podamos ir vislumbrando que construimos un laberinto que se ha hecho desierto y que hay que levantar o proponer señales, signos que transformen ese espacio abierto en un territorio en el cual poder demarcar además, algunos lugares. 

Esto da la posibilidad de transitar la escuela "resignificando espacios" para que los mismos se "transformen en lugares" habitados por las personas que allí trabajan. De tal manera que, por ejemplo, la sala de profesores, habitada por el directivo/a en algunos "momentos claves" como compañero de camino y autoridad escolar se transforma en un lugar de encuentro, de compartir experiencias y de crecimiento compartido. De esta manera nuestro circular los espacios escolares no nos hacen "errantes sin rumbo", por el contrario somos participes activos en cada lugar que habitamos. 



1.¿Cómo habitamos la escuela: como nómadas o como errantes?
2.¿Qué trayectos transitamos y provocamos? ¿Trayectos tendientes a espacios o a lugares? ¿O los dos? ¿En qué medida?
3. ¿Qué espacios físicos recorremos habitualmente y cuáles no recorremos nunca? ¿Cómo me siento en cada uno de ellos?






[1] La representación del mundo tiene una estructura elaborada e incorporada en procesos de aprendizajes. Esta matriz de relación sujeto – mundo es resultante, es efecto de aprender, pero a la vez opera condicionando nuevos aprendizajes… Es matriz en tanto estructuración es el lugar o la forma en la que se genera la particularidad que tiene en cada uno de nosotros el vincularse, el aprender…. Esta matriz de aprendizaje está multideterminada, es decir surge por la interacción de varios factores… (Cfr. Ana P. de Quiroga; Matrices de aprendizaje. Constitución del sujeto en el proceso de conocimiento; Ediciones Cinco, Bs As 4°Edición – 1996)  La matriz de aprendizaje permite en el sujeto aprender y transformar. La pregunta entonces será la siguiente: ¿es posible pensando en las instituciones (educativas) que puedan aprender y transformarse?.La matriz de aprendizaje institucional dirá Graciela Frigerio es el modo en que se vivifica, se construye, se moldea, se habita la institución. Se hace visible aún antes de pasar la puerta de entrada,  se expresa en la vida cotidiana, en las opciones y las formas de resolver las dificultades, en las decisiones de aquello que se va a enseñar y cómo se hará, en la selección de estrategias de enseñanza y aprendizaje, en los aspectos que cada año señalamos como relevantes para ser asumidos y en tantas otras cuestiones. Bolton en  Educación y Vulnerabilidad expresa que, la matriz puede entenderse además como un conjunto de relaciones entre todos los actores que habitan la escuela así como las relaciones con el contexto en que se inscribe. Relaciones con las demandas del ambiente y las políticas educativas, con la historia escolar y la cultura. (Cfr. Graciela Frigerio -1998)


viernes, 9 de diciembre de 2016

DECÁLOGO de la
GESTIÓN DIRECTIVA


1.- Mirada en el ideario. Visión institucional es una mirada a largo plazo necesaria.

2.- Construcción de un PEI compartido en el diagnóstico, la elaboración y la puesta en ejecución.

3.- Armar equipos de trabajo. Que nadie se sienta solo y que la mirada sea compartida.

4.- Camina la escuela al menos dos veces al día.

5.- Que la gente se sienta importante, querida y respetada en el trabajo que realiza.

6.- Ejercita un narcicismo saludable y una actitud paranoica saludable.

7.-  Modelo educativo basado en lo preventivo, el dialogo y el respeto por el otro.

8.- El lugar del saber no es depositario de quien tiene más autoridad.

9.- Busca un espacio para compartir la Palabra de Dios.

10.- Un  curriculum pensado en clave pastoral y abierto al servicio comunitario.




1.- Mirada en el ideario. Visión institucional es una mirada a largo plazo necesaria: el ideario institucional siempre será el punto de anclaje necesario para construir la comunidad educativa. Te da seguridad y te encuadra institucionalmente. Es la expresión más fiel del carisma congregacional con una mirada específicamente educativa. Léelo cada tanto. Comparte su lectura con tus compañeros de camino. Hazlo conocer a los demás. La visión institucional será el ideario especificado para un mediano- largo plazo. Es la posibilidad de conjugar la realidad institucional y el ideario en una sola mirada focalizada. Cada vez que plantees un proyecto, una actividad, una decisión importante, un cambio de rumbo… vuelve tu mirada a la visión institucional y comprueba la fidelidad de estas decisiones a la misma. Esto te dará la seguridad que caminas en un proyecto institucional más amplio que tu propia mirada, tu propia opinión o tu propia capacidad de tomar decisiones. 

2.- Construcción de un PEI compartido en el diagnóstico, la elaboración y la puesta en ejecución: El proyecto educativo institucional (PEI) será la expresión a corto y mediano plazo del ideario encarnado en nuestra institución educativa. Más allá de los componentes necesarios propios del PEI, deseo expresarte lo siguiente: abrí la mirada para que todos puedan participar de la misma. Realizar el diagnóstico compartido, involucrar a las personas y comprometerlas luego en la elaboración del mismo. Las personas comprometidas en la elaboración estarán luego comprometidas en la ejecución. Caso contrario son papeles impresos (muy bonitos estéticamente)  pero alejados de la marcha cotidiana escolar. Se transforman en “burocracia relajadora”, porque nos deja contentos que los papeles estén presentes, aunque  nunca nos acerquemos  a ellos. 

3.- Armar equipos de trabajo. Que nadie se sienta solo y que la mirada sea compartida: Nadie debe sentir la soledad en el trabajo. La soledad no es buena compañera: o nos hace imprescindibles o nos hace insignificantes. El equipo de trabajo ayuda a delegar funciones, complementar fortalezas, potenciar miradas y, sobre todo, a minimizar debilidades cuando podemos complementarnos con los otros. El equipo de trabajo abre al “proyecto institucional” y cierra al “proyecto personal”, da tranquilidad en el trabajo y seguridad en las decisiones. Templa el carácter y acompaña los tiempos institucionales.
4.- Camina la escuela al menos dos veces al día: no pierdas la oportunidad de recorrer la escuela al menos dos veces al día. Administrativamente es muy útil. Descubres roturas, movimientos de mobiliario, etc… y es importante que eso lo detectes al instante; pero sobre todo es muy útil desde el liderazgo: la gente te ve cercano, puede conversar con vos temas importantes y temas cotidianos, te ve reír y te ve enojar, te saca del imaginario del directivo en la oficina tras el escritorio. Te hace uno más del camino…pero líder.

5.- Que la gente se sienta importante, querida y respetada en el trabajo que realiza: escucha a cada uno en sus necesidades, dedica el tiempo a eso. Para vos puede ser un mero trámite, pero para la persona que está necesitando un apoyo tu palabra, tu gesto, tu abrazo, lo marcará fuertemente y eso no lo olvidará jamás. No ahorres gestos. Un regalo, una tarjeta por el cumpleaños, un brindis por algún logro alcanzado, un mensaje a tiempo;  son importantes para que la persona se sienta reconocida y valorada en su esfuerzo y su trabajo.

6.- Ejercita un narcicismo saludable y una actitud paranoica saludable: En esto me permito citar a Otto Kemberg: un narcisismo saludable protege al líder de la dependencia exagerada de la aprobación de los otros y fortalece su capacidad para el funcionamiento autónomo; una actitud paranoide saludable le alerta de los peligros y lo protege de la ingenuidad”. Clarito… ¿no?

7.-  Modelo educativo basado en lo preventivo, el dialogo y el respeto por el otro: la presencia educativa – no vigilante pero si presente – es importante para anticipar los conflictos (tanto entre alumnos como entre docentes). La presencia de la autoridad puede ser o no ser física,  pero es necesario que sea percibida como tal. Esto te hace estar al tanto de todo lo que sucede en la institución y evitar complicaciones posteriores. Si el conflicto aparece no hay que negarlo ni minusvalorarlo. Enfrenta al  conflicto y ponlo sobre la mesa, invita a otros a verlo en conjunto, descubre sus causas y escucha sugerencias de solución. En este camino compartido el eje central será el respeto por el otro. La sanción – si fuera necesaria- será una consecuencia de todo el proceso y no un “ejemplificador necesario”. Esto te fortalecerá en tu ejercicio de la autoridad.

8.- El lugar del saber no es depositario de quien tiene más autoridad: si vienes  leyendo con atención lo compartido, entenderás que este punto es consecuencia de todo lo expresado. La verdad es verdad en sí misma y todos somos buscadores de la misma. En los proyectos, en los conflictos, en las opciones escolares, etc. El cargo no viene acompañado de mayor “cantidad de verdad infusa”. No debemos creer que somos los últimos responsables de tener la palabra final siempre. El proyecto educativo es comunitario, por ende los procesos de discernimiento también lo son. Fortalece los procesos comunitarios de discernimiento. Se claro y astuto en qué momento corresponden y con quiénes presente;  pero debes  ejercer tu autoridad separada del “manto de la verdad”, eres el líder de la comunidad educativa y, por lo tanto, el primer buscador de la verdad.

9.- Busca un espacio para compartir la Palabra de Dios: en las reuniones de directivos, en las jornadas docentes, en los encuentros con los alumnos, siempre deja un espacio para la lectura de la Palabra de Dios. Esto permite ir forjando criterios evangélicos en el personal docente y los alumnos y, sobre todo, percibir certeramente que nuestra vida gira en torno a la Palabra de Dios.

10.- Un  curriculum pensado en clave pastoral y abierto al servicio comunitario: por último, deberás trabajar el curiculum con sus correspondientes actualizaciones y puestas al día. Dos criterios que serán la matriz por la cual pasar todas las actualizaciones y cambios necesarios: siempre debe estar pensado en clave pastoral proponiendo una mirada crítica de la cultura y evangelizar-educando y educar-evangelizando; y por otro lado debe estar abierto al servicio comunitario en expresiones concretas de aprendizaje que se vuelquen a la mirada del otro como prójimo de camino. Entenderás que tu PCI es carismáticamente correcto si promueve procesos de evangelización y se hace concreto en proyectos de servicio al otro. 

Por último, no olvides a Jesús en el Camino de Emaús: caminó junto a los peregrinos, los escuchó atentamente, les habló de Dios, compartió con ellos el Pan y  luego los dejó seguir su camino. Que este sea tu programa de acompañamiento y gestión de la gente que está a tu cargo: el modelo de Jesús en Emaús.


lunes, 25 de mayo de 2015

PALABRAS SOBRE LAS INSTITUCIONES

Lic. Marcelo Percia[1]

Circulan diferentes ideas para pensar las instituciones. Teorías que las estudian como si fueran objetos o que tratan de volver inteligible su cosa interior. Que clasifican contradicciones, que trazan curvas de problemas, o que organizan mapas en los que distinguen tramas formales, informales o fantásticas, Propuesta que explican las cuestiones institucionales de un modo razonable.

Preferimos pensar que una institución es un barullo devastador. Un estallido que (desencadenado) arrasa con clasificaciones, estadísticas y esquemas. Un hervidero de desconfianzas y complicidades. Un sonido hueco de verdades establecidas y un crujido de saberes estremecidos. Un pulso de confusiones y heterogeneidades disimulado detrás de hábitos y normativas.

La interrogación por las instituciones educativas se pregunta cómo escuchar algo, de ese atemperado alboroto, en voces de alumnos y maestros, directivos y personal empleado. Imaginamos el análisis de la institución educativa como entrada a lo inaudito. Como estampida de pensamientos que persiguen actos sin nombre. Pero ¿cómo abrir los oídos para sentir algo inabarcable y no del todo razonable? Es infrecuente que algunos afectos encuentren oportunidad para decirse en los espacios institucionales. Entendemos que las preguntas por la institución educativa deben atender a la palabra de los que trabajan, enseñan, aprenden y transitan por ella. Porque el alma de la escuela habita el cuerpo de la gente y se agita en voces que tiemblan.

Interrogar a la institución educativa es, también, desatar lenguas: compartir palabras y poner nombres a nuestros actos. Pero ¿cómo ejercitar el desatado en las instituciones? En cuestión de lenguas conviene andar con cautela. No se trata de tirar de la lengua, sonsacar algo por medio de la persuasión o la fuerza. O de barrer con la discreción de algunos que se muerden la lengua para que no se escape eso que temen decir. O a las malas lenguas que murmuran daños a espaldas de sus oponentes. Ni a las lenguas almibaradas que ponen palabras dulzonas en los oídos de la autoridad. Tampoco se trata de premiar lenguas voluntaristas que trabajan sin descanso,  aisladas y solitarias. Tal vez el análisis del a institución educativa deba pensarse como posibilidad de propiciar grupos en estado de palabra. Una institución pensada como los posibles estados de palabras de sus grupos. O como los estados de acallamiento de sus grupos. O como los estados de murmuraciones de sus grupos. O como estados de silencio.

La institución como espacio deliberativo: Se podrían pensar las instituciones como espacios de control, como espacios de encierro, como espacios de adiestramiento, como espacios de liberación.

 

Si el término adiestramiento se asocia con las ideas de aleccionar (instruir consejos), disciplinar (impartir órdenes y normativa) o amaestrar (ejercitar habilidades en criaturas inferiores), podríamos interrogar en qué condiciones la institución educativa se ofrece como espacio para hablar y un tiempo para pensar con otros. En qué condiciones se presenta como espacio deliberativo. Como extensión para tratar, entre varios, los pro y los contra de un asunto. Como modo colectivo de liberar lo que vive callado en palabras y en actos usuales.


¿Cómo pensar en las instituciones? Pensar es rodear una cosa de vacilación. Desestabilizar su orden o poner a trabajar sus indecisiones. Zarandear circunstancias, sacudir sensibilidades o desgarrar hábitos. Muchas rutinas institucionales no admiten discusión. Son marchas incuestionadas, expectativas cubiertas de inmovilidad y aprendizajes sin pensamientos. Quizá pensar sea compartir una perplejidad. Reponer vacío disimulados por la reiteración de lo común. A veces, los grupos institucionales sólo exhiben automatismos logrados. Costumbres que hacen alarde de su fuerza. Explicaciones que afirman que algo se hace porque se hace, porque se hizo siempre o porque es así. Y, a veces, los grupos institucionales son campamentos para intimidades desorientadas. Ocasiones para voces indignadas contra lo establecido. Orillas a las que llegan turbaciones y desconciertos. Pero ¿cómo se practica, en una institución educativa, la recepción de lo no declarado? Los grupos escolares cuando se abre paso a la expresión de un malestar, ¿actúan como espacios de contravención institucional?

Las formaciones grupales en las instituciones no configuran los paisajes ordenados, disciplinados, y coordinados que sugieren los manuales de dinámica de grupos. Los grupos son estados de la institución. En este sentido, lo grupal (al menos, en este sentido) es una figura no lograda. No confío en descripciones de fases para sus procesos. Esquemas que dicen qué hay que hacer para que esos conjuntos alcancen madurez. Maniobras que faciliten su evolución. Instrucciones para doblegar fragmentaciones y aislamientos.

Conozco, en cambio, lo grupal como turbulencia. Como encuentro efímero. Como resorte que descentra. Como coincidencia que se disuelve. Como producción y recepción que se distribuye de manera desigual. Como cuerpo desarticulado y movedizo. Como unidad de lenguas sueltas y ojos desorbitados, mentes frías y pensamientos estremecidos. Como embrollo que no parece seguir reglas. Como búsqueda, obstinada, de comunicaciones que no alcanzan.

Propongo esta conjetura: la violencia en las instituciones educativas tiene relación con el quiebre de la palabra. El  aprendizaje institucional es también una ocasión para la experiencia de la palabra. La palabra dicha y la palabra escuchada entre muchos que se reconocen atravesando problemas comunes. Palabra entre semejantes como experiencia de aprendizaje en la institución educativa.




[1] Licenciado en Psicología (UBA – 1979), Psicoanalista y Ensayista. Autor de numerosos artículos y publicaciones sobre el aporte de la psicología al análisis de las instituciones educativas