HACIA UNA “PEDAGOGÍA DE LA
MIRADA”
EN LA EVALUACIÓN
INSTITUCIONAL: ( 2 )
La mirada engendra
la palabra
“El hombre hecho a imagen y semejanza de Dios es esencialmente
relacional…
La persona humana puede definirse como un ser para el otro…
Todo encuentro sincero supone una actitud hospitalaria.
Centros Educativos
Franciscanos – Ideario 4.2
Concluimos la primera parte de estas
reflexiones señalando que la escuela de
hoy en día tiene que aprender, rompiendo su dinámica obsesiva por sólo enseñar.
Es necesario que la escuela como institución educativa se plantee la
posibilidad y la necesidad de revisitar sus propias prácticas educativas y
aprender de esta mirada.
La mirada engendra la palabra. La
mirada es completa en sí misma cuando invita a la posibilidad de transformación
y de cambio. El cambio se hace concreto a través de la circulación de la
palabra. Pero no toda palabra abre al diálogo y no toda palabra construye. Como
también señalamos que no todo silencio es vacío y no todo silencio desune.
En el Centro Educativo Franciscano,
por tanto, debemos pensar que la circulación de la palabra de la cual la gestión educativa es su principal
impulsor, deberá sostener algunos criterios importantes a tener en cuenta:
-
La palabra va
cargada de información: nuestra mirada sobre la realidad escolar nos lleva
a expresar posteriormente aquello que vemos. A esta realidad objetiva que
nosotros decimos comprender se le anexa el juicio de valor que podamos hacer
sobre la misma. En este colocar el juicio de valor a una realidad surge el
discurso.
El discurso le
da a la palabra un contenido (información) que más allá de todos los esfuerzos
que podamos hacer nunca será neutral.
Por lo tanto
debemos hacer el esfuerzo para que:
·
Nuestro
discurso se aproxime lo más posible a la realidad objetiva,
·
Nuestro
discurso busque comprender y entender mejor la realidad expresada
·
Nuestro
discurso no parcialice, no subjetívise ni sea reductivo sobre lo que se
expresa.
-
La información
circula por la institución educativa: la palabra dicha nunca permanece
quieta. Circula por los pasillos, las aulas y las oficinas de la institución
educativa. Por lo cual es muy posible que en el camino se desvirtué, se
modifique o se cambien los contenidos de la misma. Ya no somos dueños de aquello
que hemos expresado. La información, el contenido de la misma y los juicios de
valor posteriores siempre deben respetar la intimidad y la privacidad de las
personas sobre las cuales se refieren.
-
La circulación
de la palabra provoca ansiedades: Dado que la palabra tiende a
expandirse la misma puede provocar cierta carga de ansiedad:
o
En
un primer momento referido a la necesidad
de saber: “ yo no sabía”, “ a mí no me informaron”, “¿por qué otros se
enteran antes que yo”; etc
o
En
un segundo momento referido a la necesidad
de hacer: “¿qué hago con esto que me contaron?”; “no sé, a mí me lo
dijeron… sólo transmito lo que escuche”; etc.
-
La palabra es
en sí misma hospitalaria, acogedora: entendemos que la palabra sincera brota
de la intimidad, por lo cual es expresión del interior de cada uno, de lo más
propio de cada persona. Entonces si la palabra es sincera se convierte en su
decir en acogedora, en protectora. La palabra, el lenguaje, a la vez que nos
constituye como sujetos individuales, nos abra a la puerta de los otros y nos
da un lugar en el contexto en el cual estamos insertos.
La
mirada permite visualizar la
realidad institucional en la que participo. La mirada engendra la palabra, que es expresión pura de aquello
que miramos. La palabra cargada del juicio de valor da lugar al discurso. El discurso es expresión
genuina de nuestra valoración subjetiva de la cotidianeidad que transitamos. El
discurso nos compromete entonces en la transformación del espacio valorado. No
miramos “desde afuera”; somos parte de lo que miramos.
Este es el nuevo desafío: la mirada
franciscana tiende a involucrarnos y transformar la realidad en la que somos
participes. No es una mirada estática ni ajena. Es una mirada dinámica y
comprometida. Es una mirada que
involucra a otros de los cuales somos hermanos. Nos reconocemos hermanos
entonces compartimos la transformación activa de las realidades en las que
vivimos.
Estamos en camino: La “pedagogía de la
mirada” da paso entonces a la “pedagogía del encuentro”.
Lic. Marcelo F. Pablo
DG - CEF
Noviembre 2014